Hablar rutinariamente, sin ningún tipo de novedad, llevaría a la gente al cansancio de tanto escuchar lo mismo, lo que se convierte en un inútil ejercicio de mercadotecnia para tratar de vender algo vacío.

Si existiera una inducción renovadora en cada discurso para que quien lo escuche se motive a permanecer de manera consecuente día a día, entonces la cosa sería diferente.

Por eso, todo lo que provoca una estimulación de los sentidos, es algo motivador siempre que sea novedoso, cambiante y deje de ser una rutina que provoca lo que la gente califica como «mas de lo mismo».

En política, escuchar lo mismo y no ver el avance de lo que se dice muchas veces, a manera de promesa para el bienestar social, es una rutina engañosa.

El bienestar social tiene que ser una meta que solo se logra si se busca en compañía de realidades palpables, porque las promesas que no se cumplen, conducen al deterioro de la imagen de quien ofrece y se siembra desconfianza, incertidumbre y muchas reacciones negativas que se propagan como la pólvora.

Las obras públicas son un pulso. Cuando se empieza una obra y no se concluye en el tiempo que se promete, las críticas se multiplican a raudales.

La tradición de celebrar el no muy convincente milagro o misterio de la navidad, es una ocasión para que la gente sea vocera del bienestar social, sea como estrategia de marketing, pero tiene que ser algo bien administrado, para que los frutos se puedan recoger.

Lo mismo ha de ocurrir en la precampaña política para presentar los planes de los aspirantes a cargos públicos en 2024.

Mucho cuidado con ofrecer y luego no cumplir.

Deja un comentario