Archivo por meses: noviembre 2020

¡Titulares de agosto de 2012!

¡Encomiables medidas dictadas por el Gobierno, demostrando gran voluntad política!

1-El presidente Danilo Medina supervisará personalmente las compras y contrataciones del Estado.

2-Quedan prohibido el uso de las tarjetas de crédito de parte de los funcionarios, con excepción de las del Presidente, la Vicepresidenta y los principales ejecutivos del Banco Central.

3-Quedan prohibidas las fiestas y canastas navideñas, con excepción de las que son utilizadas para repartir a las familias dentro de los planes sociales del Estado.

4-Queda prohibido el uso de los vehículos de alto cilindraje y de lujo. Estos vehículos se tasarán y se venderán.

5-Se reducirán al mínimo de los viajes al extranjero de funcionarios.

6-Se limitará a lo estrictamente necesario la provisión de combustibles.

7-Se prohíbe a los funcionarios aceptar dádivas o regalos durante el tiempo que duren en el cargo.

8-Se prohíbe a los funcionarios involucrarse en diligencias y dar facilidades en casos en que estén involucrados sus familiares hasta la cuarta generación.

9-Se prohíbe la remodelación y compra de mobiliario en oficinas del Estado.

10-El cumplimiento de las medidas será responsabilidad de cada ministro.

11-Se crean once (11) comisiones para dar seguimiento a las disposiciones de austeridad y garantizar su cumplimiento estricto.

12-Se pone a cargo del Ministerio Publico el “sistema de consecuencias” en caso de que las disposiciones no sean cumplidas por parte de los funcionarios.

¡Así empiezan muchas historias!

Esas son las cosas que han enseñado a la gente a profanar las decisiones oficiales y repetir el dicho acostumbrado: “Escobita nueva… barre bien..!”

Casi nada de lo anunciado en ese año se ha cumplido, aunque se debe reconocer, algo muy trascendental que fue una promesa de toma de posesión, pero no se han cosechado los frutos que se esperaban: El 4% del PIB para la Educación.

El destacado escritor y jurista dominicano, José Luis Taveras hizo una entrega al Diario Libre de fecha 26 de noviembre de 2020 que nos recuerda el libro Derecho más Deber, Costo más Beneficio, cuya portada nos sirve de ilustración, y una charla ofrecida por el Juez coordinador de los juzgados de instrucción, José Alejandro Vargas, hace algún tiempo.

No hay dudas, de que si las voces que crean opinión se aúnan en la búsqueda de soluciones a un tipo de desigualdad que tiene una carga presupuestaria insostenible, algo positivo habrá de lograrse, si se utiliza el insustituible fertilizante de la voluntad política.

José Luis Taveras escribió: “Clamamos a diario por un sistema de convivencia ordenado, equitativo y retributivo. Vivimos el frenesí del llamado “empoderamiento ciudadano”: una voluntad expansiva que reclama espacios y oportunidades en los centros de decisión. No pasa una década sin que emerjan nuevos colectivos que demandan la tutela de sus derechos con base en sus propias identidades. Las siglas de algunos no soportan más letras.

Los derechos se atomizan según los intereses y afinidades esenciales o accidentales. Tenemos derechos de todas las categorías y para todas las edades, tallas, géneros y preferencias; cada grupo demanda cuotas de participación. Domina en el mundo liberal la euforia de derechos como ejercicio de una libertad cada vez más individual.

Las calles de cualquier ciudad del mundo sirven de cauce expresivo a un torrente ya rutinario de protestas y reclamos. Las pancartas, los gritos y las proclamas son parte viva de las estampas urbanas en las sociedades democráticas occidentales. Consumidores, electores, políticos, ciudadanos, obreros, estudiantes, ambientalistas, mujeres, homosexuales, etc., militan en defensa de los derechos que les otorgan sus condiciones e identidades. Los derechos constituyen la nueva religión del siglo XXI. A las jóvenes generaciones se les forma e instruye en derechos, incluso los propios: los de los niños, niñas y adolescentes.https://2a8357a8c23cae6a397908092e251e85.safeframe.googlesyndication.com/safeframe/1-0-37/html/container.html

En los siglos XVIII y XIX nacieron los derechos civiles y políticos, llamados de primera generación, que tienen como valor la libertad humana y entre los que se reconocen los derechos a la vida, a la libertad, a la seguridad y a la propiedad, entre otros (derechos civiles) y los derechos al voto, a la asociación, a la huelga, entre muchos (derechos políticos). En los siglos XIX y XX emergen los derechos sociales y económicos, llamados también de segunda generación, que tienen como valor la igualdad y entre los que se reconocen los derechos a la salud, a la educación, al trabajo, a una vivienda digna, entre tantos. En los siglos XX y XXI se reconocen los derechos a la Justicia, la paz y la solidaridad, llamados también de tercera generación y basados en la confraternidad, entre los que se destacan los derechos a un medioambiente limpio, a la paz y al desarrollo. Existen hasta los derechos difusos, esos que pertenecen indivisiblemente al colectivo y al individuo y que pueden ser ejercidos por uno en nombre de todos.

En el llamado Estado social democrático y de derecho el ciudadano es un foco de derechos y de políticas públicas. Se diluye así la delegación de la antigua democracia representativa. El Estado garantiza el ejercicio igualitario de todos los derechos.

Los derechos fundamentales, que nacieron como utopías sociales o construcciones abstractas, reciben hoy consagración sustantiva en las constituciones de la mayoría de países del mundo. El desafío de este siglo es y será la diversidad como supremo derecho; sus bases y alcances seguirán generando tensiones y resistencias, pero nada parece contener esta avalancha arrolladora de reclamos vindicativos.

La pregunta que pocos se hacen es ¿y los deberes? El silencio es tácito. Y es que en cualquier contexto la ciudadanía responsable es una moneda de dos caras. Tiene una dimensión activa (en derechos) y otra pasiva (en deberes). En la primera participa de los beneficios de la vida colectiva de forma igualitaria; en la segunda aporta valor, desarrollo y sostenibilidad a la convivencia colectiva. Vivimos en una sociedad desbalanceada: fortificada en derechos y deficitaria en deberes.

Una comunidad de derechos sin obligaciones es una reivindicación fallida; un “orden” inviable. En ella todos reclaman lo que nadie quiere hacer, o, como decía Oscar Wilde: “El deber es lo que esperamos que los demás hagan”; y el derecho, agregaría yo, “es la pretensión para exigir lo que nadie quiere hacer”. Mahatma Gandhi, por su parte, afirmaba que “todo derecho que no lleva consigo un deber, no merece que se luche para defenderlo”.

Hemos construido y sustentado una cultura de contestación sin acción, de crítica sin proposición, de pasiones sin estructuras y de denuncias sin sustentación. Los llamados a correcciones cuando no son impersonales se dirigen a los gobiernos o a la clase política, convertidos en centros de imputación de todas nuestras quiebras, como si todas las obligaciones dependieran de ellos. Cada día se renueva la oportunidad para reclamar, pedir y exigir sin mostrar a cambio los compromisos compensatorios. Nuestra cotidianidad es una sola queja. El tema aquí es saber si somos parte del problema o de la solución. Denunciar no es remediar ni convierte a nadie en héroe y el Estado no está para satisfacer todas las demandas.

Siempre he dicho que en sociedades de fuertes insolvencias como la nuestra participar dejó de ser elección; es obligación. Ello es debido a que ya no es posible dar respuestas individuales a problemas colectivos. Sustraer los intereses propios de los comunes es quimérico, y es que el régimen de convivencia es cada vez más interdependiente, por más concentrada y desigual que sea la organización social.

Es posible resolver el problema de la seguridad personal o familiar con un vigilante privado, la educación con un buen colegio, la energía con un generador, el transporte con vehículo, la salud con un seguro médico internacional, pero nada ni nadie podrán redimirnos del riesgo de vivir en un país sin instituciones operantes, aunque vivamos de la Anacaona a Casa de Campo en vuelo de helicóptero. ¿Los derechos? Muy bien ¿Y los deberes? ¿Pa’ cuándo?”

AUTOR

José Luis Taveras Abogado, académico, ensayista, novelista y editor.

joseluistaveras2003@yahoo.com

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Cuando Nicodemo, José de Arimatea y Pablo conocieron a Jesús de Nazareth fue en secreto.

Los dos primeros eran miembros del Sanedrín, el famoso consejo de personas de la tercera edad que decidía todas la acciones de justicia en Israel por mandato impuesto por Moisés, quien recibió la encomienda de su Dios de “coger 70 de entre los ancianos de Israel y haz la Asamblea de Israel”, constituyéndose en tribunal supremo en materia penal, civil y sobre todo religiosa con la aplicación estricta de la Torah o Ley Sagrada.

Pablo logró conocerlo, después de la resurrección, cuando se dirigía a Damasco en persecución de simpatizantes del cristianismo.

Las escrituras cuentan que Saulo, nombre original de Pablo, antes de ese momento era un enemigo acérrimo del cristianismo.

En conclusión, los tres personajes conocieron en secreto al que se promovía como el hijo del padre, los primeros a espaldas del sanedrín y el último de una manera tan especial que lo obligó convertirse al cristianismo.

De ahí en adelante, las reuniones secretas, los cónclaves entre tránsfugas, los acuerdos de aposento y todo tipo de negociación política es factible.

Hoy en día, la República Dominicana sigue con ese patrón de concertación y todo está dado para que quienes luchan por una causa, si no logran un tipo de consenso coyuntural, jamas lograrán su objetivo.

¿Quo Vadis?

F. Javier Blasco escribió y publicó que Quo vadis es una expresión latina que significa ¿Adónde vas? Se la vincula a una tradición cristiana que gira en torno a San Pedro cuando allá por el año 64 se incrementó la persecución contra los cristianos por parte del Emperador Nerón al ver que el número e influencia de estos iba en aumento. Por aquel tiempo, y de acuerdo con los Hechos de Pedro, este sufrió un arrebato de temor a ser ejecutado y decidió abandonar la ciudad de Roma; pero, nada más iniciar su escapada se “encontró” con Jesucristo reencarnado que iba cargando una cruz. Pedro se le acercó y el preguntó: «Quo vadis Domine»-¿Adónde vas, Señor?- a lo que Cristo contestó: “Romam vado iterum crucifigi” -Voy hacia Roma para ser crucificado de nuevo-. Avergonzado por su actitud, el discípulo volvió Roma y continuó su ministerio hasta que murió crucificado.

Por derivación, solemos emplear dicha frase siempre que nos enfrentamos a situaciones graves y nos preguntamos a nosotros mismos o a los responsables de dicha situación, cual es el camino que debemos emprender o, también se usa si tratamos de reprochar una dirección o deriva adoptada si aquella pueda ser causa de nefastas consecuencias para una colectividad o empresa.

Una carta de gran trascendencia y en términos muy contundentes fue difundida ayer.

Merece ser congratulado con gran efusión el autor y firmante de semejante instrumento para contribuir con la transparencia, en el día número 85 del mandato presidencial.

Es un oficio, como dicen en las oficinas del gobierno, que va a pasar al epistolario histórico como una especie de pieza de soporte a la institucionalidad.

Así lo reseña Diario Libre

Luego de la visita del Canciller dominicano al hermano país con el cual compartimos La Hispaniola, se espera el fortalecimiento de la aplicación de las medidas oficiales sobre inmigración.